“ … tenemos una criminología oficial que es crecientemente dualista, crecientemente polarizada, y crecientemente ambivalente. Hay una criminología del yo, que caracteriza al delincuente como un consumidor racional, tal como nosotros; y hay una criminología del otro, del marginal amenazador, el extraño peligroso, el excluido y el amargado. Una es invocada para rutinizar el crimen, para apaciguar el temor desproporcionado y promover acción preventiva.
La otra se preocupa de demonizar al criminal, a excitar los temores y hostilidades populares, y fomentar el apoyo a la acción represiva del Estado.
El término medio excluido aquí es precisamente la criminología bienestarista dominante en el pasado, que representaba al criminal como desaventajado a escasamente socializado e imponía al Estado (tanto en políticas sociales como criminales) la responsabilidad de adoptar medidas de tipo remedial.”
Garland, 1996, “The Limits of the Sovereign State”, en The British Journal of Criminology 36: 445-471
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