martes, 28 de noviembre de 2023

Justicia Juvenil y Desarrollo Adolescente

 Esta sección es parte de Díaz, D., Valdebenito, S., Estrada, F. & Baeza, H. (2018). Diseño de informes técnicos para la implementación del proyecto de ley que crea el Servicio Nacional de Reinserción Social Juvenil. Estudio desarrollado para el Ministerio de Justicia, pp. 121-123.  https://bit.ly/2uVezhZ


 

 

 

 

Es probable que más del 25% de los hombres y el 10% de las mujeres adolescentes sean declarados culpables o sujetos a alguna intervención del sistema de justicia juvenil en algún momento de su vida (Farrington, 1996).

La mayoría de los sujetos limitan su criminalidad a la adolescencia. La criminología del desarrollo estudia la evolución de las carreras delictivas en el tiempo, comprendiendo la delincuencia en relación con las etapas vitales por las que atraviesa un individuo, y particularmente, la adolescencia (Farrington, 2012; Loeber & Farrington, 1999).

La evidencia empírica respecto a la conducta delictual indica que la curva de edad en el comportamiento antisocial aumenta considerablemente desde los 10 años hasta los 16-17 años de edad (Evans-Chase, Kim, & Zhou, 2013; Farrington, 2005; Fried & Reppucci, 2001; Moffitt, 2007; Morales Córdova, 2008; Scott & Grisso, 1997). Asimismo, el involucramiento delictivo se inicia típicamente antes de los 15 años, pero declina considerablemente al alcanzar los 20 años de edad, constituyéndose en un comportamiento estacionario asociado a la etapa de desarrollo vital (Loeber & Farrington, 1999).

Coherentemente con ello, estudios neurobiológicos observan que esta “curva de edad del delito” sugiere un “aumento en la toma de riesgos en la pubertad, luego el peak, y la posterior disminución en la toma de riesgos a mediados de la adolescencia, acompañado por el lento incremento de la autorregulación en la adolescencia tardía/adultez temprana” (Evans-Chase et al., 2013).

Una pequeña proporción de la población que se inicia precozmente en el delito se transformará en delincuentes persistentes, que serán responsables de aproximadamente la mitad de los delitos registrados (Farrington, 1996; Howell, 2014; Moffitt, 2007). Estas trayectorias delictuales y los factores vinculados al inicio, la persistencia y la desistencia de la actividad delictiva constituyen el foco del estudio de la criminología del desarrollo.

Basado en la teoría del aprendizaje social, el enfoque de Riesgo, Necesidad y Capacidad de Respuesta (en adelante RNR) es uno de los principales modelos de evaluación y tratamiento de infractores (Blanchette & Brown, 2006; Ward, Melser, & Yates, 2006). Desarrollado por Andrews & Bonta, (1995) identifica factores de riesgo de reincidencia de carácter estáticos y dinámicos. Los primeros son factores personales asociados a las historias de vida del sujeto y no son susceptibles de modificar, mientras que los factores dinámicos o necesidades criminógenas, son factores directamente asociados a la conducta delictual, que se transforman en necesidades y que pueden ser modificadas por la intervención. El modelo plantea que la intervención debe ser más intensiva para aquellos individuos que presentan mayores factores de riesgo y que las intervenciones deben ajustarse a la capacidad de respuesta de los jóvenes (características personales, estilos de aprendizaje, motivación, entre otros). La literatura ha identificado ocho factores de alto riesgo: patrones antisociales de personalidad, actitudes pro criminales, soporte social para el crimen, abuso de sustancias, familia/relaciones de pareja, antecedentes delictuales, además del uso del tiempo libre y satisfacción en educación/trabajo (Andrews & Dowden, 2006; Andrews & Bonta, 1995; Andrews & Dowden, 2005).

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