"¿Por qué debería confiar en usted?". "¿Cómo sé que usted es un abogado de verdad?". "¿Cómo sé que estas entrevistas no están siendo grabadas?".
El mayor David Frakt, abogado militar de la Fuerza Aérea de EE.UU., enfrentaba la desconfianza de quien desde ese momento pasaba a ser su cliente: Mohammed Jawad, un afgano iletrado que fue detenido a los 16 años en 2002 acusado de lanzar una granada a las fuerzas estadounidenses en Kabul -lo que él siempre ha negado- y uno de los cerca de 245 "combatientes enemigos" que aún permanecen detenidos en el limbo legal de la cárcel de Guantánamo.
"Ahí estaba yo, vistiendo el mismo uniforme de quienes lo atormentaban, un oficial del mismo ejército que lo había capturado como un criminal de guerra, diciéndole que era su nuevo abogado", cuenta Frakt, quien además es profesor de Derecho en la Western State University. "Puede que Mohammed no sea educado, pero está lejos de ser estúpido. Le dije que me diera una oportunidad antes de tomar una decisión, y con el tiempo hemos trabajado positivamente".
Frakt asumió el caso en enero del año pasado tras un llamado del Pentágono para asistencia legal voluntaria. Pero su motivación iba más allá del deber. "Yo creía que los detenidos estaban siendo maltratados y que las comisiones militares eran un sistema legal injusto. Quería ayudar a los detenidos, exponer los vicios de la administración de Bush y ayudar a restaurar el imperio de la ley", explica.
El caso de Mohammed
Cuando Frakt, un militar, habla de torturas, suena franco. "No hay dudas sobre que los detenidos han sido torturados por EE.UU.", indica, y relata que siendo un adolescente Mohammed sufrió confinamiento solitario y el llamado programa de "pasajero frecuente": "Fue sometido a dos semanas de privación del sueño, en el cual lo cambiaban de celda a celda cada tres horas por 14 días; un total de 112 veces". En 2003 intentó suicidarse. "Él sentía que se estaba volviendo loco. Me dijo que estar en Guantánamo era como vivir en un cementerio, y que él ya estaba muerto".
Igual o más difícil fue el caso del yemení Ali Al Bahlul, acusado de manejar la prensa de Osama Bin Laden. "Desde un principio me dejó claro que no tenía intención de aceptar la asistencia de un abogado militar estadounidense. Él era Al Qaeda, yo era el enemigo", señala Frakt.
Seguro de que no recibiría un "juicio justo", Al Bahlul calificaba de "circo" el proceso y pidió asumir él mismo su defensa. Pese a su actitud displicente, Frakt solidarizó con él, cedió a sus demandas, incluso boicoteando las audiencias manteniéndose en estricto silencio, pero la corte militar le ordenó seguir como su abogado. El 3 de noviembre lo condenaron a cadena perpetua. Y el día siguiente ganó las elecciones Barack Obama.
"Me aterró"
Durante años, el abogado Clive Stafford Smith ha trabajado a favor de reos condenados a la pena capital, pero Guantánamo le dio un giro a su carrera. "Simplemente me aterró. La idea de que como estadounidenses dijéramos que estábamos propagando la democracia y el Estado de Derecho en el mundo y al mismo tiempo creásemos una prisión donde a todos los detenidos se les negaban los más básicos derechos humanos era una total hipocresía", afirma el director de Reprieve, una organización que ha coordinado la representación legal de cerca del 80% de los alrededor de 800 prisioneros que han pasado por "Camp Delta".
"Priorizamos a las personas que, acusadas de crímenes extremos, no pueden obtener representación y cuyos derechos son violados. Esto nunca ha sido más cierto cuando un pastor de ovejas de Yemen necesita un abogado en Guantánamo. Su sueldo de un año pagaría apenas 40 minutos de un abogado en Nueva York", añade Stafford Smith, quien ha estado 23 veces -unos ocho meses- en la polémica base militar y califica sus condiciones como "deplorables".
Según este abogado, en los primeros años tras el 11-S no fue "un trabajo popular" defender a hombres que según el gobierno querían atentar contra EE.UU. "Durante una entrevista televisiva fui acusado trece veces de ser un 'traidor al país'. Esa misma noche recibí algunas 'particulares' amenazas de muerte por teléfono", cuenta.
Eric Lewis, abogado del prestigioso estudio Baach Robinson & Lewis que fue contactado en 2004 por Stafford Smith para defender a prisioneros, también reconoce haber recibido cartas hostiles y otras presiones por su trabajo "pro bono".
"La administración de Bush sugirió con conjeturas que (nuestro servicio) era antipatriótico, que los clientes corporativos deberían recordar cómo sus negocios se vieron afectados por el 11-S y considerar no contratar a abogados que estuviesen defendiendo a terroristas", dice. "Pero nuestros clientes comerciales entendieron que esto no se trataba sobre apoyar el terrorismo, sino sobre el imperio de la ley".
"Ahora es muy diferente", añade Stafford Smith. "Siete años después, la mayoría está choqueada con Guantánamo, y reconoce que (los prisioneros) no pueden ser detenidos indefinidamente sin un juicio o acceso a un abogado". Y agrega: "La marea ha cambiado".
Bye, bye Gitmo
La reciente orden de Barack Obama de cerrar el centro de detención en un año ha sido celebrada como un triunfo por los abogados de "Gitmo".
"Estoy muy complacido con la decisión. Guantánamo se ha convertido en el símbolo de las políticas fallidas de la administración de Bush y es un arma de reclutamiento para los terroristas", asegura el mayor Frakt.
"Obama ha hecho lo que había que hacer. Es muy excitante tener un Presidente tan poderosamente a favor de los DD.HH.", opina Stafford Smith, quien ya vislumbra su tarea post-Guantánamo. "Aún no podemos declarar 'misión cumplida'. Guantánamo es la punta del iceberg. Necesitamos seguir con los 20 mil prisioneros que son mantenidos por EE.UU. en cárceles secretas en todo el mundo (...) Es triste de decir, pero ¡aún no es tiempo para nuestro retiro!".
Frakt ve su futuro distinto. Entusiasta, la última vez que visitó a Mohammed, en diciembre, le mostró un video de su familia en Afganistán y conversaron sobre su vida después de Guantánamo. El joven -que ha pasado un cuarto de su vida en prisión- habló acerca de volver al colegio, hacer alguien de sí mismo y rió una o dos veces.
"Tras Guantánamo, volveré a enseñar leyes en California", dice Frakt, taxativo. "Tan pronto me asegure de que Mohammed sea liberado".
SUICIDIOS
Cinco prisioneros han muerto en Guantánamo y tres de ellos se quitaron la vida en 2006 ahorcándose con sus sábanas.
Tres obstáculos para Guantánamo
1 Los reincidentes
Un informe de inteligencia aún no divulgado promete hacer ruido en la orden ejecutiva de Barack Obama para cerrar Guantánamo. Según se ha filtrado, reporta que 62 detenidos que fueron liberados de la cárcel "retornaron" actividades terroristas, lo que representaría una tasa de reincidencia cercana al 12%. La semana pasada se supo de uno de los casos, el del saudita Said Ali Al Shihri, liberado en 2007, quien ha emergido como líder de la rama yemení de Al Qaeda.
Varios comentaristas en EE.UU. han usado este punto para cuestionar la medida de Obama. "Las noticias sobre Al Shihri recuerdan que algunos de los 'peores de los peores' realmente estuvieron y están ahí. No es sólo una hipérbole del malévolo equipo de Bush", advirtió el analista legal de la NBC Dan Abrams, quien sugirió "construir un mejor Guantánamo".
El abogado Jeffrey Colman, quien con la firma Jenner & Block ha representado a 19 presos de Guantánamo, no rehuye el tema de los detenidos "peligrosos". "No tengo dudas de que la mayoría de los 245 presos serán liberados; algunos pocos serán imputados con crímenes... Pero existe una tercera categoría, de los que son muy peligrosos para liberar, pero sobre los cuales no existe base para imputarles algún crimen", dice a este diario. "Esa será una de las grandes preguntas que Obama deberá atender".
2 Dónde enviarlos
Aquí existen dos grandes problemas: qué hacer con los presos "inocentes" y qué hacer con los inculpados. Del primer grupo, un número importante será repatriado a sus países de origen (unos cien a Yemen), pero aún existen dudas acerca de unos 60 detenidos que se encuentran en situación de riesgo, ya que en sus países -China, Argelia, Uzbekistán y Libia, por ejemplo- podrían sufrir torturas.
"Necesitamos encontrar terceros países para esas personas", afirma Clive Stafford Smith, director de Reprieve. "Portugal e Irlanda han ofrecido acoger a algunos, pero estamos trabajando en otros más. Chile podría considerar tomar algunos ex detenidos", añade.
Luego, en EE.UU. existe un fuerte debate sobre dónde se debe mantener detenidos a los sospechosos de terrorismo. Al parecer, Obama estaría pensando en instalaciones militares en Charleston (South Carolina) o en Fort Leavenworth (Kansas), pero el solo rumor de esto ya ha generado un fuerte rechazo de los congresistas de esos estados.
3 Cómo juzgarlos
El abogado Matthew Waxman, docente de la Columbia Law School y ex funcionario del Pentágono, recalca que uno de los principales desafíos para Obama será decidir qué tipo de proceso legal se les dará a los detenidos que el gobierno quiera mantener en su custodia. "¿Será un juicio criminal? ¿Buscará una nueva legislación para detenerlos? ¿O continuará manteniendo a los detenidos como 'combatientes enemigos'?", señala a El Mercurio. "Eso será clave".
En caso de una corte federal, existen complicaciones al buscar un jurado sin prejuicios sobre el 11-S, además de los problemas de seguridad. Por otra parte, muchos temen que los prisioneros saquen provecho de los resguardos de la Constitución estadounidense, y éstos obtengan la libertad en suelo norteamericano.
Luego, existe la posibilidad de un juicio marcial en EE.UU., pero ello implicaría una controvertida decisión: darles a los sospechosos de terrorismo el estatus de soldados
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