Mi columna de hoy en El Post:
Este 4 de agosto, Carabineros de Chile, en un inmenso esfuerzo por contradecir a Marx en su idea de que la historia se repite dos veces: la primera como tragedia y la segunda como comedia, nos ofreció en un mismo día (¡toma Carlitos!) el espectáculo en toda su extensión.
A las 11:00 de la mañana el despliegue de fuerzas especiales, bastante ordinarias por cierto, era abrumador, desproporcionado y evidentemente afectó el funcionamiento de la ciudad más que lo que la peor de las protestas pudo lograr.
Mientras tanto, en otra esquina de la ciudad -específicamente en El Bosque-, un ex uniformado de apellido Ripetti, se refugiaba semidesnudo en su camioneta ante la exasperante delicadeza de sus ex compañeros de oficio que lo rodeaban para gritarle. El propio jefe de la Prefectura Sur de Carabineros, coronel Marcelo Valdebenito, tuvo que presentarse para poner "paños fríos", dijo la prensa. “El oficial dialogó con Ripetti, aceptó que se vistiera (su esposa le llevó ropa), y que siguiera su viaje. Al final, sólo fue multado por no respetar la luz roja.” No es The Clinic sino El Mercurio el que relata el episodio.
Todos vimos en televisión la elegante gentileza y el tiempo que le dedicó un coronel -en un día de no poco trabajo- a un asunto muy, pero muy menor, pero que afectaba a un ex uniformado. Me impresionó el trato diplomático con que dialogaban, sin atreverse siquiera a forzar el vehículo de un sujeto que los forzó a un operativo en que se involucró a numerosos efectivos. Por momento pensé que era una perfomance en homenaje al fallecido Hightower (Buba Smith) de “Locademia de Policía”.
En cambio, no todos vimos en televisión los manoseos humillantes, la prepotencia y la violencia con que tomaban las mochilas de cualquier escolar para revisarlo, gritonearlo y empujarlo. No hablo del fragor del combate -uno para el que deberían estar preparados y actuar con la frialdad de un profesional- sino del que observé en Providencia, con escolares que miraban, y -quizá, quién sabe- esperaban para entrar a la acción, pero que en ese momento no hacían nada que la ley contemple como supuesto para el control policial. No todos vimos el disparo de lacrimógenas por doquier, el uso de caballos como armas, el sinsentido de la fuerza absolutamente disociada de cualquier análisis estratégico. Algunos canales transmitieron, desde una cómoda distancia, las borrosas sombras de una tragedia.
Estos paréntesis de legalidad los hemos vivido en el pasado y, como tantos, imaginaba que sólo los volveríamos a ver en las series de televisión que los recuerdan y no en los noticiarios o en las calles. La policía no se manda sola –por lo menos, no debiera- y hay un indudable error de manejo político detrás de lo que pasó ayer. Y ese error se agrava cuando la policía actúa de forma abusiva... después de tantos años presenciando esto, nunca me queda claro si hay un propósito o es simplemente infinita torpeza.
Lo de Rippeti rodeado por el diplomático coronel, me hace temer que, tras la tragedia del inmenso abuso policial con los estudiantes, hay una comedia de errores, de formación, selección y dirección en nuestra policía uniformada.
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