Gran criminólogo noruego, el principal campeón del abolicionismo, falleció ayer a los 87 años. Profesor en la Universidad de Oslo desde 1966.
Dejo aquí un diálogo via mail que sostuvo con el profesor rgentibo Alberto Bovino, posteado en su blog.
"1) Profesor
Christie, un par de meses atrás me contó que estaba por asistir a un seminario
donde propondría “la abolición de la categoría social ‘juventud’, y que las
personas deberían pasar de ser niños a ser adultos, lo que significaría menos
escolaridad y más trabajo real y pago”. ¿Qué me puede decir de esta idea?
NC: Estamos incapacitando a nuestros niños, y mucho más a nuestros jóvenes. Las sociedades industrializadas están organizadas para hacerse cargo de las necesidades del proceso productivo, no de las necesidades de niños y jóvenes. Los adultos son necesarios en el proceso productivo, y ellos se hallan en situación de desventaja con niños a su alrededor. Así, colocamos a los niños en las escuelas. Si hay huelga de maestros, eso representa una catástrofe tanto para los padres como para el sistema productivo, situación que actualmente vivimos en Noruega. En realidad, los niños y los jóvenes permanecen en las instituciones educativas desde los seis a los dieciocho años de edad. La mayoría de lo que aprenden, se les podría enseñar mucho más rápido. Otros temas y cuestiones podrían ser aprendidas más fácil y rápidamente cuando estén en un trabajo cualquiera. Y mucho ni siquiera vale la pena ser aprendido. Los jóvenes son sobresocializados en una cultura juvenil, una cultura con muchos aspectos no placenteros. Algunos permanecen en esa cultura. Ellos deben ingresar al mercado de trabajo pago mucho más temprano, como auxiliares docentes en escuelas para niños, como ayudantes en casa de retiro, como asistentes generales de personas con capacidades diferentes, o en cualquier trabajo común, con excepción de trabajos especialmente inadecuados para personas jóvenes. Necesitamos personas jóvenes maduras, y no jóvenes infantilizados.
2) Como Ud. ya sabe, sus ideas sobre la abolición de la administración de justicia penal han tenido amplia recepción en Argentina y en otros países de la región. ¿Podría Ud. decirnos qué elementos deberíamos tomar de su propuesta para promover un cambio social efectivo?
NC: Mi percepción sobre la justicia penal es muy simple. La mayoría de las sociedades desean reducir el sufrimiento. El castigo es distribución intencional de dolor y, por ello, debemos hacer lo mejor de nosotros para reducir incluso el uso de ese tipo de sufrimiento. Las principales formas de castigo son la pena de muerte, la tortura y el encierro carcelario. Las dos primeras formas han sido abolidas en la mayoría de los países que respetamos. Pero la prisión permanece. Está repleta de gente pobre. Las prisiones funcionan como escuela para criminales. Reformas sociales globales pueden reducir la necesidad de utilizar el encierro carcelario, y también el uso de alternativas concretas, como reuniones entre víctimas y ofensores, para tratar de buscar salidas reparatorias del daño causado. Ésas son alternativas posibles al encierro.
3) ¿Qué piensa del encarcelamiento preventivo? Cree que es posible reducir las altas tasas de presos sin condena de los países de la región sin impugnar la idea del encierro carcelario como el castigo “natural”?
NC: Estamos incapacitando a nuestros niños, y mucho más a nuestros jóvenes. Las sociedades industrializadas están organizadas para hacerse cargo de las necesidades del proceso productivo, no de las necesidades de niños y jóvenes. Los adultos son necesarios en el proceso productivo, y ellos se hallan en situación de desventaja con niños a su alrededor. Así, colocamos a los niños en las escuelas. Si hay huelga de maestros, eso representa una catástrofe tanto para los padres como para el sistema productivo, situación que actualmente vivimos en Noruega. En realidad, los niños y los jóvenes permanecen en las instituciones educativas desde los seis a los dieciocho años de edad. La mayoría de lo que aprenden, se les podría enseñar mucho más rápido. Otros temas y cuestiones podrían ser aprendidas más fácil y rápidamente cuando estén en un trabajo cualquiera. Y mucho ni siquiera vale la pena ser aprendido. Los jóvenes son sobresocializados en una cultura juvenil, una cultura con muchos aspectos no placenteros. Algunos permanecen en esa cultura. Ellos deben ingresar al mercado de trabajo pago mucho más temprano, como auxiliares docentes en escuelas para niños, como ayudantes en casa de retiro, como asistentes generales de personas con capacidades diferentes, o en cualquier trabajo común, con excepción de trabajos especialmente inadecuados para personas jóvenes. Necesitamos personas jóvenes maduras, y no jóvenes infantilizados.
2) Como Ud. ya sabe, sus ideas sobre la abolición de la administración de justicia penal han tenido amplia recepción en Argentina y en otros países de la región. ¿Podría Ud. decirnos qué elementos deberíamos tomar de su propuesta para promover un cambio social efectivo?
NC: Mi percepción sobre la justicia penal es muy simple. La mayoría de las sociedades desean reducir el sufrimiento. El castigo es distribución intencional de dolor y, por ello, debemos hacer lo mejor de nosotros para reducir incluso el uso de ese tipo de sufrimiento. Las principales formas de castigo son la pena de muerte, la tortura y el encierro carcelario. Las dos primeras formas han sido abolidas en la mayoría de los países que respetamos. Pero la prisión permanece. Está repleta de gente pobre. Las prisiones funcionan como escuela para criminales. Reformas sociales globales pueden reducir la necesidad de utilizar el encierro carcelario, y también el uso de alternativas concretas, como reuniones entre víctimas y ofensores, para tratar de buscar salidas reparatorias del daño causado. Ésas son alternativas posibles al encierro.
3) ¿Qué piensa del encarcelamiento preventivo? Cree que es posible reducir las altas tasas de presos sin condena de los países de la región sin impugnar la idea del encierro carcelario como el castigo “natural”?
NC:
Argentina tiene una tasa excepcionalmente alta de detenidos esperando ser
juzgados. De sus 60.000 personas privadas de libertad, más de la mitad son
presos sin condena —y esta cifra no incluye a las personas detenidas en
comisarías—. No se puede comprender cómo un número tan grande de detenidos no
podrían permanecer en su domicilio o en hostales a la espera del juicio. Esto
reduciría, además, la gravedad de las condenas en Argentina. Los jueces suelen
evitar imponer condenas más breves que el tiempo que la persona ya ha cumplido
como preso sin condena.
Y un final del correo con todo su humano estilo:
PS to Alberto: I hope this can be useful in Argentina, a country I am so fond of. Here is beautiful spring just now, the birds are back from Africa and life is good.
Warm greetings,
Nils."
Fuente: http://nohuboderecho.blogspot.com.ar/2008/06/just-three-questions-2.html
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